A los pies de la sierra de Cantabria...

San Vicente de la Sonsierra

Hace unas semanas, realizando un sondeo en las principales bases de datos que utilizamos los investigadores para obtener información complementaria, en mi caso para ubicar algunos documentos que estoy rescatando del archivo municipal, di con un documento de sumo interés que muchos sonserran@s puede que desconozcan: un libro titulado Descripción de la casa de San Meder. Divisa y solar conocido de cavalleros notorios hijosdalgo de sangre y de la Sonsierra de Navarra, que fue realizado por Jerónimo Ruíz de Samaniego y que está datado en el siglo XVII.

En este libro, a cuyo contenido completo se puede acceder en el siguiente enlace, se realiza una semblanza sobre la casa noble San Meder (procedente de su predilección por el santo San Emeterio), cuyo núcleo central se encontraba entre Leza y Laguardia. Pero, también, de la mencionada obra se obtienen datos muy notorios sobre qué era la Sonsierra Navarra, cuáles eran sus límites y cuáles eran las principales familias con las que estaba entroncado el linaje de los San Meder.  Así se habla de la casa noble de los Piziña (que hace alusión tanto a Peciña como a de la Piscina, ya que toponímicamente uno es evolución del otro y viceversa) y se señala: “aunque de tiempo inmemorial habitadas por hijosdalgo; hablando de la Divisa, no trae mas exemplar, que demuestre que lo es rigurosamente, que el de esta Casa, y la de la Piziña”. No obstante, no sólo los Piziña entroncan con esta noble familia, sino también ilustres personajes como Pedro Rodezno Marín, señor de Rodezno y del mayorazgo viejo de Briones. Así pues, la relación de la casa San Meder con la Sonsierra es de largo alcance, al haber ocupado parte del terreno que a día de hoy forma parte del término municipal de Ábalos, como lo atestiguan las crónicas de Diego Ramírez Ávalos de la Piziña de 1534 en las que se entronca al mencionado linaje San Meder con Sancho IV de Navarra, a través de un hijo bastardo del mencionado rey. De la siguiente manera queda recogido en la crónica: “dejó otro hijo vastardo leal, que se llamó don Fortuno, como su padre; del qual descendió todo el linaje de los nobles fortuniones de Navarra, cuya primera casa fue fundada en Sobrarbe […], la quarta en San Felizes de Avalos, y la quinta en tierra donde aora es la Guardia, que se dize la Casa de San Meder, donde subcedió el linage verdadero de los  Samaniegos”. 

Ahora bien, pese al interés que pueden suscitar este tipo de documentos, los historiadores siempre procuramos andar con pies de plomo a la hora de dar validez a lo que en ellos se narra e intentamos evitar errores de interpretación, porque consideramos que durante décadas se han producido bastantes y, lo que es más grave, porque sabemos que éstos se han incorporado a la cultura general. El problema está en que este tipo de documentos, como el que aquí se ha traído a colación, en los que sus autores se remontan siglos en la historia para establecer un pasado glorioso para su familia, suelen contener altas dosis de mitificación con importantes déficits, falsificaciones y faltas de rigor. Pero, bueno, se debe admitir que en este tipo de textos no se buscaba la exactitud de los hechos históricos, sino la construcción de un linaje excepcional, con una historia fantástica digna de la mejor novela histórica. Así ha ocurrido, por ejemplo, con la historia de Rodrigo Díaz de Vivar “el Cid”, cuya una de sus supuestas hijas se casó con Ramiro hijo de Sancho Garcés IV de Pamplona, conocido como el de Peñalén y, así, lo expuso en su día el historiador Menéndez Pidal, cuya figura e investigaciones han sido siempre de referencia obligada y palabra divina. Y, precisamente, ahí ha estado el problema. Y es que, entre los muchos interrogantes y errores que hay en torno al Cid, se encuentra uno que es fundamental y es sobre su descendencia, porque el Cid no tuvo ninguna hija, sino un hijo. De hecho, doña Elvira y doña Sol (por algunos denominada Cristina, como se cita en la obra de Ildefonso V. Tojal sobre la historia de San Vicente de la Sonsierra) son una de tantas invenciones del Poema de Mío Cid, al igual que ocurre con la reiterativa Afrenta de Corpes en la que éstas fueron humilladas y abandonadas por sus maridos. Y no sucedió, porque el Cid no tuvo hijas. Dicho esto, una buena manera de demostrar todo esto que señalo es leer el poema por completo, valorando que esta es una obra enteramente de ficción, un cantar de gesta. Por lo tanto, ningún yerno “real” del Cid dejó en testamento tierras a su hijo en la Sonsierra Navarra como se destaca en el libro de Ildefonso Tojal y se infiere de Descripción de la casa de San Meder. Divisa y solar conocido de cavalleros notorios hijosdalgo de sangre y de la Sonsierra de Navarra. Aquella persona existió, pero, no estaba emparentada con el Cid, como tampoco lo está ninguna casa divisera (cuyo significado es casa hidalga) que por línea de sanguínea señale tal situación aduciendo su ascendencia en el reino de Navarra.

En conclusión, entiendo que esto es un tema controvertido y, a veces, incluso difícil de asumir, cuando durante muchos años se ha creído firmemente en ello. Por eso, se debe comenzar por asumir los hechos tal como fueron, aunque haya que empezar de cero. La historia de San Vicente de la Sonsierra está aún por escribir y sólo se podrá llegar a hechos objetivos si se inicia un proceso de autocrítica y revisión, porque ni todo lo escrito es fidedigno, ni las verdades por ser incómodas, son menos verdad.

Para saber más sobre estas cuestiones, véase:

  • ÁLVAREZ-JUNCO, José: Máter dolorosa. La idea de España en el siglo XIX, Madrid: Taurus, 2001.
  • ANXO-MURADO, Miguel Ángel: La invención del pasado. Verdad y ficción en la Historia de España, Barcelona: Debate, 2013.
  • TOJAL, Ildefonso: San Vicente de la Sonsierra, Ayto. de San Vicente de la Sonsierra, 1979.

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